domingo, 29 de julio de 2012

De reformas estructurales

Reformas estructurales

Antonio García Velasco

Sólo una: suprimir políticos y bajarles el suelo a los que queden. Puede que sea exagerado lo de que, en España, tenemos 300.000 políticos más que en Alemania con la mitad de la población. Puede que lo cierto sea que no se llegue a 80.000 políticos. Pero, aun así, sobran algunos miles y, sobre todo, sobra mangoneo y falta eficacia para conseguir el llamado “bien común”.

Ya Aristóteles planteaba que cuando el ciudadano ha triunfado en sus negocios y, por tanto, ha resuelto su vida, el siguiente paso era servir al bien público con el ejercicio de la política. Pero, aquí, en esta España nuestra de cada día, nos metemos a políticos para resolver nuestra vida. No tenemos donde caernos muertos y la solución para encontrar un colchón confortable para vivir es hacernos políticos.

Un modo de reducir políticos, gastos y sobredimensión estatal, es modificar la Constitución en los puntos relacionados con este estado de las autonomías (autonosuyas escriben algunos) que ha creado la mayor aberración en tanto que obligan a gastar en duplicidades y desencantos lo que nuestro PIB no alcanza. Para ello, los nacionalismos tendrían que renunciar –o habría que imponerles (democráticamente, por supuesto) la renuncia- a su retrógrada, reaccionaria y caduca mentalidad dieciochesca y avenirse a una España única e integrada en la Europa de los Pueblos, no en la de los mercados y la especulación.

Partidos políticos, sobre todo PP y PSOE, apostad por la reforma estructural auténtica, que esto se ha desmadrado de tal modo que, ciertamente, sufre la sanidad –y lo primero es la salud, dice el pueblo-, sufre la educación –la mejor inversión de futuro, dice el pueblo-, sufre el bienestar social, sufren los seis millones de parados, sufrimos todos.

Decía la Pepa, la Constitución de 1812, que “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. Pero nuestra Constitución actual no tiene enunciados tan claros y precisos y bien lejos del bienestar nos tienen los políticos a los ciudadanos que componemos la Nación.

domingo, 22 de julio de 2012

Emigrantes cualificados

Emigración del talento

Antonio García Velasco

 Del talento, no del talante. Mi amigo Tomas está que trina: su hijo terminó la carrera y un máster que le ha costado un dineral, por el que todavía está pagando el préstamo personal. Y, ahora, como Tomasín no encuentra trabajo en España, ha decidido marcharse a Austria Leyó el joven en su tableta que Austria, con una tasa de paro del 4%, precisa profesionales cualificados, como ingenieros industriales e informáticos, sobre todo técnicos, y que hablen inglés muy bien”. “Papá, y yo hablo bien inglés, un poco de alemán y soy ingeniero”.

-Bien que me ha costado los buenos cuartos tu carrera y tus clases de inglés y de alemán. Y el máster y la madre que parió a tantas exigencias.

-Papá, no te cabrees. Aquí no hay trabajo y, se puede decir, que hoy en día no existen distancias, que estamos a un tiro de piedra de cualquier parte del mundo.

-Prefería tenerte a la vuelta de la esquina.

-¿Sin trabajo? España no levanta cabeza entre tanto paro, tanta economía sumergida, tanto dinero en paraísos fiscales y tantísimos recortes y subidas de impuestos. Se le echa la culpa al déficit, pero aquí tenemos una administración desbordada, más administradores o políticos que administrados y bienes administrables. Poco arreglo nos queda, papá.

-Pero es lamentable que nos gastemos los cuartos en la formación de jóvenes como tú para que os vayáis al extranjero a rendir beneficios a los foráneos.

-Muy lamentable, pero ¿qué hago si no me voy? ¿Brazo sobre brazo y viviendo de vuestra pensión, papá? También recortada, por cierto, ya sea por la subida de impuestos, ya por la pérdida de poder adquisitivo. ¡Esto tiene difícil solución!

Y Tomás sigue trinando y mucho más hoy, cuando su hijo cogió el petate y pasó a la zona de embarque del aeropuerto para volar hacia Austria.

-Son los tiempos, Tomás, son los tiempos.

-¡Y la política! –exclamó mi amigo con lágrimas en los ojos, abrazado a su esposa, la madre del chico, que, sin palabras, lloraba desconsoladamente.